La miel es una sustancia dulce natural producida por las abejas melíferas a partir del néctar de las plantas o de secreciones de partes vivas de las plantas o de excreciones de insectos chupadores de plantas. Las abejas colectan el néctar, lo transforman mediante combinación con sustancias propias, y luego lo depositan en los panales de la colmena. Durante este período se evapora gran parte del agua, y resulta una solución cada vez más concentrada, la miel.
El osito Winnie Pooh decía que existía solo una razón para que las abejas hicieran miel: ¡Para que él pudiera comerla! Cualquier goloso pensaría lo mismo, pero el mayor impacto que tienen estos insectos se debe a su rol como agentes polinizadores, lo cual impacta en el rendimiento y en la calidad de los cultivos, y es clave para garantizar el mantenimiento de los ecosistemas naturales.
Uruguay presenta condiciones naturales favorables para la producción de miel, la cual supera el consumo interno volcando más del 88% hacia la exportación. Esto requiere que los apicultores produzcan miel de calidad acorde a los requerimientos de un mercado internacional exigente.
Las mieles uruguayas son principalmente de pradera, eucalipto, o monte nativo. El color, aroma y sabor de la miel varían ampliamente, dependiendo de la flora de la cual proviene el néctar, el clima, la zona geográfica y el tiempo de conservación, entre otros factores.
La miel está compuesta principalmente por azúcares (fructosa y glucosa) en un 80% y agua. Tiene cantidades poco significativas de proteínas, lípidos, vitaminas y minerales.
Al ser todas las mieles soluciones saturadas de azúcares, tienden a cristalizar. Este es un proceso natural que no afecta su composición nutricional.
La capacidad de endulzar de la miel es mayor a la del azúcar de mesa, y su aporte de energía es un poco menor, a iguales cantidades la miel aporta 20% menos de calorías.
El color de la miel puede variar de ámbar a marrón oscuro. Cuanto más oscura sea, tendrá mayor cantidad de pigmentos que son compuestos fenólicos y flavonoides con acción antioxidante.
La miel ayuda a regularizar el funcionamiento del intestino, por su efecto laxante suave y lubricante. Además, contiene oligofructosa que es un prebiótico, es decir, sirve de alimento a microorganismos benéficos de la flora intestinal, favoreciendo la reparación de la mucosa intestinal, la inmunidad y la salud general de la persona.
A nivel del estómago, protege contra la bacteria Helicobarter Pylori que causa úlceras y gastritis. A nivel dermatológico, se la utiliza como cicatrizante y para prevenir infecciones de heridas y quemaduras, debido a sus propiedades antimicrobianas.
A nivel respiratorio, el consumo frecuente de miel está asociado con la disminución en la frecuencia y severidad de la tos nocturna presente en la infección respiratoria alta.
Los polifenoles de la miel tienen acción antiinflamatoria y actualmente se encuentra en estudio su posible acción terapéutica y preventiva en enfermedades crónicas que tienen de base la inflamación, como las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes, artritis, enfermedades neurodegenerativas, etc.
No existe una recomendación específica en cuanto a la cantidad de miel a consumir, pero teniendo en cuenta que menos del 10% de las calorías diarias deberían provenir de azúcares libres, entre los cuales se encuentra la miel, una persona que consume 2000 Kcal diarias debería ingerir menos de 50g diarios de azúcares. Una cucharada de miel puede contener entre 12 a 15g de azúcares, por lo cual debe moderarse su consumo.
Los niños menores de un año no deben consumir miel, ya que puede contener esporas de la bacteria que causa el botulismo, y sus defensas aun no están desarrolladas completamente. El consumo de miel también se contraindica en personas con sobrepeso, obesidad, diabetes, triglicéridos altos, hígado graso. Aunque hay nueva evidencia científica respecto a la miel en estas enfermedades, aun no es lo suficientemente fuerte como para modificar estas recomendaciones.
Lic. Nut. Elizabeth Barcia
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